La tragedia griega
Por Nicolás Grab – Vadenuevo, Uruguay
Las instituciones que impusieron a Grecia sus recetas de austeridad chocan con el nuevo gobierno que trae el mandato de revertirlas. Hay aspectos inéditos en esa lucha sin cuartel en que es mucho lo que se juega.
La política de austeridad … en realidad apunta a utilizar el pánico generado por el déficit como pretexto para desmantelar programas sociales. … Porque la recuperación económica nunca fue el verdadero objetivo; la política de austeridad no buscaba resolver la crisis, sino aprovecharla. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía[1]
Ya utilicé esta cita de Krugman cuando era nueva, en 2012.[2] Pero vale la pena repetirla porque es imposible comprender el drama de Grecia, y no hay modo de enfocarlo siquiera debidamente, sin asimilar este dato que está en la raíz de ese proceso y en la médula de todo lo que ocurre en las crisis del capitalismo globalizado de hoy. La política de austeridad no busca resolver la crisis, sino aprovecharla.
Hay mucho de inédito en lo que se está jugando en relación con Grecia. Vemos ahora un poder nacional con legitimidad democrática incuestionable que, con el respaldo y el mandato expreso de la voluntad popular, hace frente al conglomerado de poderes supranacionales al que acusa de asfixiar y destruir a su país. En 2012, en las anteriores elecciones griegas, la presión sin escrúpulos ni tapujos de esos mismos poderes logró que los votantes griegos, por poco margen, no llevaran al gobierno a SYRIZA y mantuvieran en él, como se les exigía, a la misma derecha que había originado y creado la crisis. Dos años y medio después, la evidencia de la catástrofe y el razonamiento obvio de que “peor ya no nos puede ir” hicieron inevitable que SYRIZA arrollara.
También es interesante que una crisis como la griega desembocara en una definición democrática. Puede sorprender esta reflexión, pero la verdad es que en unos cuantos países hubo antes crisis económicas y políticas que se saldaron más expeditivamente, instalando al frente de los gobiernos a candidatos de los Altos Poderes con calidad certificada y garantizada por sus anteriores servicios en bancos como Goldman Sachs y que merecían confianza para la correcta administración de sus países. Esto no ocurrió en Nauru ni en Vanuatu, sino en países como Italia y Portugal. Nada menos que Silvio Berlusconi, zar mediático que sobrevivió incólume a escándalos y procesos judiciales, voló cuando se resistió a medidas de la Unión Europea y lo sustituyeron por el confiable Mario Monti, otro egresado de Goldman Sachs.
(Detengámonos un momento. También es un ex‑Goldman Sachs el señor Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, o sea de uno de los Poderes que estrangulan a Grecia. Pero en este caso ocurre algo bien particular. Goldman Sachs fue cómplice y artífice del falseamiento de las cuentas públicas de Grecia por su gobierno de derecha, fechoría que preludió su crisis financiera y todo lo que vino después. Y en ese período, precisamente, Mario Draghi era nada menos que vicepresidente de Goldman Sachs encargado de sus operaciones en Europa. Todo esto es público, no lo discute nadie, fue tratado en el Parlamento Europeo. ¿Lo sabía el lector? ¿Oyó esto o lo leyó en alguna parte? Y bien: Mario Draghi, el mismísimo, ahora preside el Banco Central Europeo, una de las patas de la “Troika”, y Grecia no puede obtener la aprobación de ningún acuerdo sin la conformidad de Mario Draghi….)
En la puja sin cuartel cuyos capítulos se van sucediendo, en la que unos y otros saben la magnitud de lo que se juegan, el nuevo gobierno de SYRIZA ha hecho concesiones en comparación con su programa electoral.[3] También ha logrado algunas cosas de importancia, pero todo ello es provisorio y sigue sujeto a un acuerdo general dentro de los cuatro meses próximos.
No parece posible evaluar seriamente, a esta altura, en qué medida logra el gobierno de SYRIZA cumplir sus anuncios y promesas y en qué grado cambian las perspectivas para el pueblo griego. Ya hay quienes acusan a SYRIZA de fracaso o de sometimiento.
No juzguemos lo que todavía no podemos apreciar. Pero observemos el desarrollo de la puja, porque lo merece.
Y ninguna de las actitudes lo merece más que la del Fondo Monetario Internacional. El FMI, otra de las patas de la “Troika”, encarnado en la figura de Christine Lagarde (enjuiciada en Francia por presunta malversación)[4], declama el Dogma en versión prístina.[5]
En algunos temas, dice,”entre ellos los que tal vez sean los más importantes”, el planteo griego “no ofrece garantías claras de que el Gobierno se proponga llevar a cabo las reformas previstas en el Memorando sobre Políticas Económicas y Financieras”; o sea, hacer absolutamente todo tal como se le había impuesto.[6] Y señala en particular que “no hay compromisos claros de elaborar y aplicar las reformas generales previstas en materia de pensiones y del IVA, ni un compromiso inequívoco de continuar las políticas ya convenidas de apertura de los sectores que se encuentran cerrados, reformas administrativas, privatización y reformas del mercado de trabajo”. Y el FMI, cuya conformidad es indispensable para cualquier acuerdo, pone en claro su actitud. Que nadie diga que no ha sido advertido: “…me parece importante subrayar que, para que el examen pueda completarse con éxito, [estos aspectos] no pueden limitarse a los parámetros expuestos en la lista del Gobierno”.
Vuelva el lector a la cita de Krugman puesta en el epígrafe, y tendrá en este dictamen una comprobación contundente. El FMI exige la facilitación de los despidos y la libre fijación de salarios más miserables (“reformas del mercado de trabajo”); la apertura de absolutamente todo a la actividad privada (“apertura de los sectores que se encuentran cerrados”); la entrega a los capitales privados de toda actividad estatal (“privatización”); que las jubilaciones se reduzcan y se posterguen aun más (“reformas generales previstas en materia de pensiones”).
Confrontado con la enormidad de la tragedia griega, el FMI no mira el fracaso estruendoso de estas recetas que han llevado al país, no solo a la miseria de su población, sino también a la imposibilidad absoluta de reembosar sus deudas.
Y el FMI no mira ese fracaso porque no es un fracaso. No lo es porque la política de austeridad no busca resolver la crisis, sino aprovecharla. Por eso, porque el objetivo no es resolver la crisis, el FMI no admite que haya nada que negociar con Grecia: lo que Grecia tiene que hacer es cumplir todo lo que se le impuso, tal como se le impuso. No hay, no debe haber, ninguna búsqueda de entendimientos.
Esto no es irracionalidad, ni obnubilación, ni estulticia. Es la defensa de intereses.
Es conveniente y es lucrativo que Grecia quede aplastada por un endeudamiento ilevantable y sin posibilidad de zafar, porque hay beneficiarios de ese desastre y esa miseria. Y es su interés, el de los beneficiarios, lo que los Altos Poderes custodian. Poderes encarnados en Christine Lagarde, procesada en Francia por malversación; antes en Rodrigo Rato, hoy procesado en España y en libertad bajo fianza de 3 millones de euros; por otro lado en Mario Draghi, coautor con los viejos gobernantes estafadores de Grecia de los mismos fraudes que ahora se cobran a su pueblo y dan justificación al garrote.
Grecia fue la cuna de la democracia. También fue la cuna de la tragedia. Merece recordarse al ver la lidia del rebelde exangüe con la jauría de los chacales enfurecidos.
No sé decirlo en griego, y lo diré en español: Soy griego.
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[1] Extraído y traducido de “The Austerity Agenda” (The New York Times, 31 de mayo de 2012).
[2] Se trataba entonces de las elecciones griegas de ese año: La democracia y los torniquetes de la austeridad. En el número pasado de vadenuevo, Luis C. Turiansky se ha refirido a “el fenómeno SYRIZA” en La nueva izquierda europea.
[3] Algunos ejemplos, probablemente los principales: 1) El gobierno se compromete a que las medidas que adopte para paliar la crisis humanitaria “no tendrán efectos fiscales negativos”. 2) Los aumentos del salario mínimo se harán “de forma que salvaguarde la competitividad y las perspectivas de empleo” y “en consulta con los interlocutores sociales y las instituciones europeas e internacionales, incluida la OIT”. 3) Las privatizaciones ya efectuadas se mantendrán y las que se encuentren en trámite con licitación realizada se completarán (las demás previstas se reexaminarán con nuevos criterios).
[4] Véase BBC (27 de agosto de 2014). Se le imputa haber asignado, siendo Ministra de Economía, una indemnización indebida de 400 millones de euros al empresario Bernard Tapie.
[5] Comunicado de prensa del FMI (traducción del inglés).
[6] En 2012 se resumían así los compromisos asumidos: Además de todas las medidas ya aplicadas, el país está comprometido a adoptar todavía (entre otras) las siguientes: suprimir 15.000 empleos del sector público en 2012 y 150.000 hasta 2015; reducir el salario mínimo en un 22%, a unos 600 euros mensuales; reducir jubilaciones por valor de 300 millones de euros en 2012; suprimir gastos por valor de más de 3.000 millones de euros en 2012; facilitar el régimen legal de despido; efectuar privatizaciones por valor de 15.000 millones de euros hasta 2015; abrir a la competencia extranjera diversas profesiones, entre ellas en los servicios de salud. (Información de la BBC.)